Soja transgénica en Uruguay. Con la soja encima de las cabezas

La problemática de los agrotóxicos es más grave de lo que podría suponerse, por los
impactos negativos en la salud animal y humana, y también porque genera un efecto
acumulativo importante. Flavio Pazos explicó que en Palmitas la situación es grave, en
virtud de que “uno entra a Palmitas y tiene el liceo y en el fondo tiene un plantío de Soja.

Flavio Pazos explicó que en Palmitas la situación es grave, en virtud de que “uno entra a
Palmitas y tiene el liceo y en el fondo tiene un plantío de Soja.

La propia Palmitas está rodeada por los cuatro costados de plantaciones de soja.

Es muy difícil que eso se fumigue sin que a la gente de alguna forma no le afecte”. María
Isabel Cárcamo recordó que existe una reglamentación del MGAP que establece que por
lo menos debe existir una distancia de 500 metros con el centro poblado para poder
fumigar.

“Las fumigaciones se estaban haciendo por encima de las cabezas de las personas, y
sabemos que se utilizan grandes cantidades de agrotóxicos.

Los agrotóxicos son veneno, matan los yuyos o matan los insectos. Estamos hablando de
veneno que se le está echando a la gente”, remarcó Cárcamo, mencionando que los
efectos en la salud humana van desde complicaciones respiratorias hasta efectos
cancerígenos.

Para Flavio Pazos el inconveniente es que si bien existe una normativa que impide que se
fumigue a menos de 500 metros de un centro poblado no existe un organismo del Estado
que controle ya que “hay varios ministerios que tienen distintos grados de competencia a
distinto nivel en el tema agrotóxicos.

Cada uno controla alguna parte en el ciclo de vida del agrotóxico, y al final no se sabe
bien quien es el responsable, quien tiene que aplicarle la sanción a quien, cuando y por
qué. Se pasan la pelota de una órbita del Estado a la otra”. Agregó que esta denuncia
efectuada por las fumigaciones realizadas en Palmitas estaría “en Jurídica del MGAP,
pero estaría bueno saber si va a salir de Jurídica antes de que llegue la nueva siembra
de soja dentro de unos meses”.

¿Qué hacemos con los envases?

Otro de los problemas que surge de la utilización de agrotóxicos son los envases que se
utilizan, ya que una vez vaciados no pueden ser utilizados para ningún otro fin, en virtud
de que los productos químicos que lo componen no son biodegradables.

Algo que preocupa a los ambientalistas, tal como lo explicó Cárcamo: “Vimos en Palmitas
a una chiquilina chica que llevaba en bicicleta un envase de agrotóxicos.

Eso es un problema muy grave, porque en Uruguay hay 300 mil toneladas de envases de
agrotóxicos y cada vez va a haber más. Esto está dicho por autoridades del MGAP. Ahora
se ven esparcidos en el campo”. *

Palmitas tose

Sólo una empresa será multada por violar las normas al fumigar soja transgénica

A la entrada del pueblo de Palmitas, en Soriano, sólo una calle angosta separa las
plantaciones de soja transgénica de las viviendas de sus habitantes. Si se recorren cinco
cuadras más y se llega al final de la zona poblada, la distancia entre las casas y el
sembradío se reduce a cuatro metros. Con unos 1.800 habitantes, la localidad está en el
corazón de la zona sojera: Soriano, que concentra el 44,1% de la superficie sembrada
del país, según el Anuario Estadístico Agropecuario 2005 del Ministerio de Agricultura,
Ganadería y Pesca (MGAP). La soja comenzó a plantarse en Palmitas en 2002, y muchos
de los campos sembrados pertenecen a ciudadanos argentinos, según vecinos de la
zona.

La soja se fumiga con plaguicidas altamente tóxicos. Según la reglamentación vigente, la
distancia entre una zona poblada y la plantación nunca debe ser menor a 300 metros en
el caso de la fumigación terrestre (como en Palmitas), o de 500 metros para fumigación
aérea.

El pueblo sufrió y sigue sufriendo los efectos de la infracción a esa normativa. “Los
plaguicidas matan los frutales, llenan de veneno la ropa que está tendida en las
cuerdas”, contó a la diaria un vecino del lugar que estuvo durante un tiempo encargado
de la fumigación y que ahora se dedica a denunciar sus efectos. Cuando fumigan se
concentra un olor “insoportable”. Si hay viento, el veneno se dispersa a 300 ó 400
metros a la redonda. Cuando el tiempo está calmo es peor, porque se concentra en una
nube que permanece en el lugar, manifestó un vecino de la zona, encargado de la
fumigación.

Se ve y se presume

Los plaguicidas tienen consecuencias sobre la salud humana, algunas de ellas leves y
fácilmente comprobables. “Los días de fumigación hay ataques de alergia, la gente tiene
los ojos enrojecidos, le vienen ataques de asma. Hay mucha gente con asma acá, con
problemas respiratorios”, expresó una vecina que vive frente a la plantación.

Los efectos más graves son difíciles de comprobar, antes que nada por falta de datos
oficiales. “Aquí no tenemos registro. Sólo se llevan algunas historias clínicas de las
personas afiliadas a mutualistas, pero de Salud Pública nada. No tenemos gente para
hacer esa tarea, sólo un funcionario”, relató a la diaria María, que cumple funciones
administrativas en la policlínica de Palmitas.

El jefe de Higiene de la Intendencia de Soriano, Ovidio Olivera, dijo el viernes ante la
Junta Departamental que a nivel médico existe la presunción de que el uso indebido de
plaguicidas ha causado un aumento de los casos de cáncer. El 80% de las muertes en el
pueblo se deben a esa enfermedad, afirman los vecinos.

Sin embargo, el médico Walter Martínez, que trabaja desde hace diez años en la
policlínica local pero no vive en Palmitas, niega terminantemente que los plaguicidas
hayan tenido ese efecto. “No ha habido un ingreso importante de gente por intoxicación
desde que se comenzó a plantar soja.

Sólo casos puntuales, de personas que trabajaron en galpones”, aseguró a la
diaria. “Tampoco eso que se dice, que ha aumentado el cáncer. No hay nada
científicamente comprobado”, agregó.

Los vecinos mencionan especialmente el caso de una persona con síndrome de Down, de
unos 60 años. “A él siempre lo cuidaba su hermana. Ese día ella fue a trabajar y él salió
de la casa y se paró frente a la plantación a mirar. Estuvo toda la tarde. Ese día estaban
fumigando. A la noche empezó con todos los síntomas de una intoxicación y falleció en el
hospital de Mercedes”, relató una vecina.

Las irregularidades

En octubre de 2005, los habitantes de Palmitas presentaron una carta firmada por 51
perso­nas a la Junta Departamental de Soriano, expresando preocupación por los
efectos de los agrotóxicos en su salud y por la escasa distancia a la que se estaba
fumigando. El MGAP recibió en enero y febrero cuatro denuncias de habitantes de
Palmitas por fumigaciones realizadas sin respetar las distancias exigidas.

El organismo encargado de constatar si se producen infracciones en el sector
agropecuario es la Dirección General de Servicios Agrícolas (DGSA). “Una vez que se
recibe la denuncia, la Dirección tiene 48 horas para hacerse presente en el lugar y
realizar la inspección correspondiente”, explicó a la diaria Hugo Ferrazzini, de la División
Análisis y Diagnóstico de la DGSA. Si se comprueba una infracción, sancionarla
corresponde a la División Servicios Jurídicos del MGAP.

En tres de las cuatro inspecciones realizadas en Palmitas (el 24 el 27 de enero y el 10 de
febrero) se comprobó que las denuncias eran ciertas. Pasaron a Jurídica y allí siguen el
trámite correspondiente, que culminará en breve, aseguraron a la diaria fuentes de la
División.

Un pedido de informes al MGAP realizado por el diputa­do blanco Gustavo Novales el
2 de marzo, que recién recibió res­puesta el 5 de junio, hizo saber que la empresa
Agroveterinaria El Tala SCA fumigó desconocien­do un apercibimiento previo del
Ministerio (una infracción “medianamente grave” según la DGSA) y será multada por un
monto que puede ir de 10 a 2.000 unidades reajustables.

Gustavo Kent, propietario de la empresa del mismo nombre, y Marcos Irigaray recibirán
una sanción de “apercibimiento”, es decir, se les ordenará que no cometan nuevamente
la infracción, que se calificó de “leve” porque no tienen antecedentes.

¿Terminó ahí?

El 10 de marzo, la empresa Gustavo Kent fumigó nuevamente, la diaria intentó
contactarse con su propietario sin éxito.

Algunos piensan que el problema es de “ignorancia”, pero un ex fumigador opinó que “se
utilizan plaguicidas de alta toxicidad sólo porque son más accesibles
económicamente”. “A veces no se respeta la dosis y se echa casi el doble de lo que
tendría que echarse”, afirmó. “Ahora pararon de fumigar porque la soja perdió la hoja y
no precisa. Pero en cuanto se precise van a volver a hacerlo”, aseguró una vecina.

También se cuestiona la falta de controles por parte del Estado.

En una exposición realizada ante la Junta Departamental de Soriano el viernes, María
Cárcamo y Flavio Pazos, de la Red de Acción en Plaguicidas para América Latina (Rapal),
sostuvieron que la diversificación de controles en relación con los agrotóxicos (son
competentes el MGAP, el Ministerio de Salud Pública MSP y el Ministerio de Vivienda,
Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente) hace que se diluyan las responsabilidades.
Además, se mencionó el caso de empresas que compran los ingredientes y elaboran la
mezcla que resulta en los plaguicidas, sin que nadie controle que la fórmula sea la
correcta.

Novales señaló que los controles son muy difíciles de realizar, porque numerosas
empresas de fumigación terrestre ni siquiera se registran en el MGAP.

En Palmitas, la diaria tuvo la posibilidad de constatar que la población utiliza los envases
de agrotóxicos como bebederos para el ganado, o para almacenar agua o leche. Rapal
advierte que aunque los recipientes se laven, siguen contaminando.

El MGAP y el MSP visitaron Palmitas y dialogaron con la población acerca del uso correcto
de los plaguicidas. La DGSA instrumenta desde junio cursos en la materia para empresas
y fumigadores. Pero, según la mayoría de los actores involucrados, es urgente legislar y
reforzar los controles (y tal vez las sanciones). www.ecoportal.net