Argentina: Estudian incorporar medicina indígena a sistema de salud
(Por Gabriel Giubellino)*

Azkintuwe, Buenos Aires, 4 de Septiembre.- La política que empieza
a desplegarse es una consecuencia de los resultados del llamado
Censo de Pueblos Originarios. Las comunidades rechazaron el parto
horizontal y rodeado de médicos, como se realiza en los hospitales
públicos de la provincia. ¿Será que es la hora de la valorización
de los saberes de los pueblos que estaban en esta tierra antes de
la llegada de los españoles?

Algo está pasando cuando el Ministerio de Salud de la provincia de
Buenos Aires planifica incorporar la medicina indígena al sistema
oficial de salud. “No se trata de enseñarles la lógica del
funcionamiento de nuestro sistema de salud sino de permeabilizar al
sistema para que pueda contener una oferta que pueda satisfacer la
filosofía de los pueblos originarios”, dijo Carlos Mate, ministro
de Salud bonaerense.

Converger, respetar, conciliar, aprender, son verbos que utilizó
Mate para hablar de la nueva relación que buscará establecer con
los conocimientos de nuestros pueblos. La idea madre de esta
concepción es: adaptar el sistema de salud a la población y no
obligar a la gente a que vaya al pie del sistema. Sobre todo porque
no lo consiguen.

“Por su cultura, por su visión de los conceptos de salud y
enfermedad, los pueblos originarios no acceden o no desean acceder
al sistema formal de salud que ofrecemos”, dijo el doctor Gustavo
Marín, director de Atención Primaria. “Y el sistema no ha
reconocido estos saberes, por prejuicios, o bien por
desconocimiento o para mantener su hegemonía”, agregó.

Pero también se busca que la medicina indígena llegue al resto de
la población. “La propuesta es que los saberes que se vayan
validando puedan estar al alcance de todo aquel que lo requiera.
Hay experiencias en Chile, en Temuco, de un centro de salud abierto
para el que quiera. Finalmente, no es nada extraño: si el
fundamento de un comprimido está en una hierba, ¿por qué no se va a
utilizar esa hierba de otra manera?”, se preguntó el funcionario
Marín.

»»Estadísticas indígenas.- La política que empieza a desplegarse es
una consecuencia de los resultados del llamado Censo de Pueblos
Originarios, un trabajo un tanto espasmódico, ya que su realización
tomó 12 años, de 1994 a 2006. Por razones obvias, se analizaron los
últimos datos, recabados del año 2000 en adelante. En este último
período se declaró que fueron censadas 20.708 personas de 31
etnias. Las mayoritarias: quechuas ( 4.482 censados), mapuches
(4.350), guaraníes (3.564), y kollas (1.803).

Entre los resultados generales concluyeron que el 90% ingresa al
sistema de salud sólo cuando tiene una enfermedad y que el 91%
consulta al médico en alguna institución pública. Esto es
visualizado como una dificultad en el acceso y un rechazo a la
atención oficial. Ese censo también arribó a datos sanitarios según
la etnia.

Por ejemplo, de la totalidad mapuche censada en 14 partidos
concluyeron que las enfermedades más frecuentes son gripe,
faringitis y bronco espasmo, y entre las enfermedades crónicas
predominantes, la artrosis. Sin embargo, una mirada mapuche discute
estas conclusiones. “Para nosotros, el entorno social no es ajeno,
sino que es responsable de la salud de las personas. La enfermedad
es una transgresión moral, espiritual y social.

El principal problema de salud de nuestro pueblo es la negación de
la identidad”, sostuvo la licenciada en Ciencias Políticas,
Verónica Azpiroz Cleñan, de la agrupación Epu Bafkeh de Los Toldos.
Es en ese pueblo donde los habitantes están pidiendo la formación
de un centro de salud mapuche.

»»El parto mapuche.- El 9 de agosto pasado hubo en La Plata un
encuentro, un taller en el que participaron unos 200 delegados
indígenas de distintos pueblos y que tuvo lugar en el Centro
Cultural Islas Malvinas. Se trabajó en tres áreas, una de ellas la
atención del parto. En este punto, las comunidades mapuches
rechazaron el parto horizontal y rodeado de médicos, como se
realiza en los hospitales públicos de la provincia de Buenos Aires.

Y dicen que en general, las experiencias “son muy violentas”, ya
que los profesionales desconocen sus costumbres. Azpiroz Cleñan
explicó que “la mayoría de las experiencias en los hospitales
públicos son muy violentas, porque los médicos, enfermeros y
parteras son muy expulsivos, no comprenden que venimos de otra
concepción cultural”. Y agregó: “Dicen que la mujer no se hizo los
controles prenatales porque no tenía ganas y no es así, viene de
otra tradición”.

En la actualidad, en los hospitales bonaerenses, los partos son en
camas y horizontales. Para Azpiroz Cleñan, este método “va en contra
de la ley de gravedad y no hay un espacio óptimo, además de una
preparación edilicia para contener las diversidades culturales”. La
mapuche agregó que la presencia de médicos y enfermeras “es también
muy violenta” para la parturienta, ya que “en su acto más íntimo,
la mujer está invadida” por esos profesionales.

“En casa, de cuclillas, en forma vertical, con mantas”, sería la
mejor forma de recibir a un recién nacido, explicó Azpiroz
Cleñan. “Ellos mostraron la técnica del manteo, que es la manera en
que se acomoda al bebé que no está en el canal de parto, lo que
explica por qué tienen tan pocas cesáreas”, resaltó por su parte
Gustavo Marín.

»»Puñeñelchefe.- En la comunidad mapuche “existe una figura que se
llama puñeñelchefe que acompaña el proceso de gestación y
particularmente el momento del parto”, explicó Azpiroz Cleñan.
Agregó: “Al parir la mujer mira al este y está en cuclillas y
muchas veces tomada de un árbol, o ayudada por otra mujer, para
hacer fuerza y ayudarse a bajar a la guagua (bebé)”. Además precisó
que “previo al parto se trata de encajar al bebé de manera vertical
para que pueda salir por el canal vaginal, se usan masajes y
hierbas”.

Antes del parto, según se detalló, se hace un pelontun -un
diagnóstico o visualización de cómo está la mamá y cómo se podría
llegar a desencadenar el parto-. Esto lo hace una machi o un machi,
que tienen un conocimiento sobrenatural o prelógico -según los
mapuches-, que no puede explicarse lógicamente.

En la tradición mapuche, la -o el- machi realiza un diagnóstico del
parto “a través de la saliva, la orina, el hálito, y eso es un
espejo de cómo está el niño”. Y según se añadió, “después del parto
se hace un ritual con la placenta y el cordón umbilical: se los
entierra como una forma de devolver a las fuerzas de la naturaleza
la vida. Es una ceremonia familiar de agradecimiento”. Azpiroz
Cleñan sostuvo que “si hay complicaciones hay que derivar a la
parturienta a un hospital, ya que no hay experiencia de cómo
tratarla”.

Otro punto debatido fue el de la salud mental. “No conciben el
encierro como forma terapéutica de sanación. En eso tenemos mucho
que aprender de ellos”, dijo el ministro Mate. También se habló
sobre hierbas medicinales: “En Argentina esto no ha sido
considerado importante, pero en Brasil están estudiando miles de
hierbas medicinales, algunas con una importante efectividad
clínica -sostuvo Marín-.

Los pueblos originarios dicen: ‘si la usé durante 500 años, ¿por
qué necesito que me digan que es buena?’, y acá entra un concepto
solidario de la medicina: la medicina occidental requiere una
validación científica”. En el fondo, entonces, se trata de una
doble propuesta: mejorar la accesibilidad -“tenemos a 90 mil
personas originarias”, dijo Mate- a la salud oficial y dejar que la
medicina indígena se derrame sobre los “huincas”. Dijo el ministro
Mate: “Será difícil, porque las leyes están pensadas desde
Occidente.

No sé qué opinarán los colegios médicos si proponemos meter en una
institución a una persona que no es médica haciendo terapéutica,
pero hay que hacer el debate”. Por lo pronto, ya quieren que a
fines del 2007 haya un centro piloto con formas de atención y
terapias indígenas.

»»Reclaman un centro sanitario mapuche en Los Toldos.- Las banderas
anuncian en mapuche un encuentro en la escuela 6, llamado por la
agrupación Epu Bafkeh (dos ojos de agua). Es domingo y los nenes
se entretienen en los juegos infantiles. Hay mucha gente, alrededor
de mesas, esperando al potro, carneado el sábado, que se asa lento.
Los mapuches se ubican en círculo y en la asamblea se pasan el
micrófono de mano en mano.

Piden restitución de tierras, un centro de salud mapuche y que su
forma de atención no sea considerada ejercicio ilegal de la
medicina. En ese lugar se alzaron las tolderías de la tribu voroga
del cacique Ignacio Coliqueo, el “indio amigo”, quien luchó primero
para Urquiza y consiguió luego la cesión legal de 16.400 hectáreas,
por leyes de 1866 y 1868. Luego, hubo un largo proceso contrario a
la concepción comunitaria de la tierra. En poco más de 100 años, la
propiedad colectiva pasó a ser individual.

Muchos las vendieron, mal, para irse al pueblo. En un pedacito de
estas tierras se levanta hoy una casa que pertenece al Obispado de
9 de Julio, en un terreno de 2.875 metros cuadrados. Está
deshabitada, dicen en el encuentro, desde 1998. Y ahora la quieren
vender.

Los mapuches clavan banderas rojas en la puerta y una bandera que
proclama: “Territorio mapuche”. En esa casa quieren levantar el
centro de salud donde puedan atender las machis, trabajar las
yerbateras, y producir los derivados de las hierbas medicinales,
como tinturas o cremas. Verónica Azpiroz Cleñan. Foto de Epu
Bafkeh•