Argentina: “Con más de veinte represas vamos a cruzar el Río Uruguay a pie”

En pocos años casi 25 represas –algunas de ellas binacionales– convertirán al río Uruguay en un conjunto de grandes estanques, provocando la desaparición de la pesca como actividad rentable, la inundación permanente de humedales y la disminución de la calidad y cantidad de agua, entre otras consecuencias

Así lo pronosticó el director general de la Fundación PROTEGER, Jorge Cappato, entrevistado en el contexto del Día Mundial de Acción sobre las Represas y por los Ríos, el Agua y la Vida, que se conmemora el 14 de marzo.

—¿Podría esbozar un mapa de las represas que están en funcionamiento y aquellas en proceso de ejecución en la Cuenca del Uruguay?

—En los últimos años se construyeron en Brasil cuatro importantes represas que ya están funcionando: Itá, Machadinho, Passo Fundo y Barra Grande. Otras cinco están en distintas etapas de ejecución: Campos Novos, Chapecó, Quebra Queixo, Monte Claro y Castro Alves. Mientras quince más se están planificando: San José, San Juan, Itapiranga, Pai Queré, Monjolinho, San Roque, Garibaldi, Chapecozinho, Santo Domingo, Pery, Nova Erechim y Passo da Cadeia, y las binacionales Garabí, Roncador y San Pedro. Célio Bermann, profesor del Instituto de Energía de la Universidad de San Pablo, Brasil, ha aportado una información detallada sobre el tema. Pero de este tema no se oye hablar en los medios y tampoco se le ha dado relevancia en los estudios de impacto ambiental como los realizados para las mega-pasteras, siendo que la retención de agua en los embalses ejercerá un impacto sinérgico y acumulativo con las otras modificaciones a gran escala que están teniendo lugar en la cuenca.

—Justamente, ¿qué impacto provocarán estos emprendimientos?

—En pocos años estas casi 25 represas convertirán al río Uruguay en un conjunto de grandes estanques donde habrá desaparecido la pesca como actividad rentable, quedarán inundados humedales y bosques en forma permanente y habrán disminuido enormemente la biodiversidad y la calidad del agua, un patrimonio de extraordinario valor económico y social en el siglo XXI. Los embalses de estas represas retendrán el agua, sobre todo en los períodos de sequía, acentuando las bajantes del río Uruguay. El caudal del río Uruguay es muy inferior por ejemplo al del Paraná y puede registrar bajantes extremas. Imagínese que si las represas, sobre todo Itaipú y Yacyretá, agravaron la última bajante de un río como el Paraná, lo que puede suceder con el Uruguay. Con más de veinte represas, en un período seco o de pocas lluvias vamos a cruzar el río Uruguay a pie. Si me permite la ironía, se terminarán los problemas con los cortes. Pero tampoco habrá agua.

—¿Hay condiciones para que esto suceda de esta forma?

—El manejo del agua en las cuencas compartidas internacionales es uno de los grandes desafíos de nuestro siglo. Y el río Uruguay no es una excepción. Hoy asistimos a grandes transformaciones en la cuenca, pero no se ven iniciativas para contar con algo que, desde la lógica elemental, es una necesidad perentoria: un plan para el manejo integrado y sustentable de la Cuenca del Uruguay, consensuado entre los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay. Cuanto más tiempo pase será peor. Quiero decir, saldrá cada vez más caro pagar los impactos económicos, sociales y ambientales de la falta de planificación entre los países. Fíjese ahora, mientras Argentina y Uruguay se enfrentan gracias a las decisiones de Botnia y Ence, Brasil avanza en la construcción de estas represas en la alta y media cuenca del Uruguay. Un río que, insisto, ha tenido en el pasado y seguramente registrará aún más en el futuro bajantes muy marcadas y, previsiblemente, más frecuentes.

Los caudales y el abastecimiento de agua

Cappato, quien también es Punto Focal de la Convención de Ramsar sobre los Humedales de Importancia Internacional y trabaja activamente con la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), rememoró la bajante del río Uruguay de setiembre de 1999. Debido a la falta de lluvias en la alta cuenca, algunos funcionarios de la provincia de Entre Ríos estaban muy preocupados por el abastecimiento de las plantas de agua potable, ya que las poblaciones de la ribera este de la Mesopotamia argentina toman agua de este río. Por este motivo fue consultado sobre si hay peligro de que se registre desabastecimiento de agua en los años venideros.

—En aquel momento todavía no se habían cerrado las compuertas de la represa de Itá, cuyo embalse se llenó en 2000, y sin embargo en el río Uruguay había una gran bajante. No es difícil imaginar lo que sería ahora una bajante como aquélla y más aún a medida que las veinte represas que aún falta construir o se están construyendo se terminen.

—¿Qué medidas deberían tomarse ante este panorama?

—Es imprescindible contar con un escenario que incluya a las represas actuales y por supuesto otros escenarios para cuando empiecen a operar todas las que están en licitación y planificación. Estas represas en la cuenca del Uruguay modificarán definitivamente los caudales y el régimen hidrológico del río, complicando el abastecimiento de agua de calidad aceptable especialmente, insistimos, en los períodos de bajantes que seguramente ocurrirán. Volviendo al plan de manejo integrado y sustentable de la Cuenca del Uruguay, los países deberían iniciar las conversaciones ya, con un sentido preventivo, aplicando los principios de enfoque negociado y de Enfoque Ecosistémico en el manejo de cuencas. La restauración es siempre más costosa; además de que hay daños que pueden ser, a la luz de la realidad económica, irreversibles.

Exclusión de actividades productivas

—En un futuro cercano y ya en funcionamiento las nuevas represas, las pasteras, los monocultivos y otros emprendimientos de alto impacto, ¿cuáles serán las consecuencias?

—En este escenario se generará la exclusión de numerosas actividades productivas que necesitan un ambiente limpio y agua de calidad como la que hoy está disponible en abundancia en los grandes ríos de la Cuenca del Plata como el Paraná, el Paraguay y el Uruguay. Actualmente este tipo de producción y servicios de bajo impacto ambiental ocupan mucha mano de obra y por lo tanto su desplazamiento ocasionará inevitablemente más pobreza, nuevos conflictos y tensión social, que además representan una amenaza a la gobernabilidad.

—¿Esto afectaría a un sector en particular?

—Hay muchas industrias y empresas “amigables con el ambiente” y otras que potencialmente podrían promoverse, con su correspondiente generación de empleo, divisas, reactivación de la economía regional y, sobre todo, calidad de vida para la gente. Más allá de arruinar al turismo, la pesca, la apicultura y la producción orgánica entre muchas otras, aquellas megaobras expulsarán a todas las empresas que requieren un ambiente sano y agua de calidad. Detrás de las empresas se irá la gente. Aunque nadie sabe cómo se pagará este costo; digamos, por citar un daño medible, la pérdida del valor de la propiedad.

—¿Podría mencionar algún caso puntual?

—Para dar sólo un ejemplo, ¿se imagina una gran cervecería, un rubro que genera importantes ganancias y muchos puestos de trabajo, a partir de contar con agua en calidad y cantidad, viniendo a instalarse sobre el río Uruguay? Hoy en la costa del Uruguay, al sur de Entre Ríos, pueden verse miles de pequeñas y medianas empresas que dan prosperidad y son un verdadero muro de contención y un ejemplo frente al avance de la pobreza que se da en otras regiones. Todo esto debe entrar en el balance. Cuando se habla de estos temas, donde está en juego la ecología, pero también la economía y la gente, “hay que hacer las cuentas completas”, como pedía José Lutzemberger.

Impactos irreversibles, malas decisiones

—¿Hay responsables de la situación actual?

—Estamos escuchando afirmaciones irresponsables que pasarán a la historia como disparates. Quienes hoy las pronuncian ya no estarán el día en que las sociedades de los países del Cono Sur deban pagar la hipoteca ambiental y social que se está generando. Las decisiones que se toman hoy sin medir los impactos con seriedad afectarán a esta generación y a varias de las que vienen.

—¿Es posible vislumbrar cuántas de las próximas generaciones serán afectadas?

—Sinceramente es imposible saberlo. Lo que sabemos y vemos, ya que los ejemplos abundan y son contundentes, es que en los países llamados “en desarrollo” se están generando impactos irreversibles. La restauración ambiental y social puede ser impagable en el contexto de nuestras economías. Cuando veo la pobreza que no nos merecemos pienso: las promesas se las lleva el viento, la economía es implacable.

Fuente: Fundación PROTEGER